viernes, 17 de mayo de 2013

Sexualidad y homofóbia

La mayoría de quienes estáis leyendo este artículo sois personas heterosexuales, hombres y mujeres que os sentís atraídos sentimental y sexualmente únicamente por personas del sexo contrario. Es algo tremendamente lógico al ser la heterosexualidad, la orientación sexual mayoritaria. Pero no es la única, y por ello me gustaría, que a través de estas líneas, por un momento, os pusierais en nuestra piel, en la piel de quienes no compartimos vuestra orientación sexual.
 


¿Os habéis parado a pensar cómo nos sentimos cuando alguina gente nos insulta y dice barbaridades de nosotros? Es algo habitual desde ciertos "medios de comunicación" a los cuales no quiero darles publicidad alguna. ¿Os habéis planteado que pasa por la cabeza de una persona cuando descubre que no es como la mayoría de quienes le rodean? La mayoría hemos sufrido y hemos pasado malos momentos, muchos de ellos en la absoluta soledad.
 
Sin duda, los derechos LGTB, singularmente los homosexuales, están en continuo debate. Esta misma semana, Brasil se ha convertido en el tercer país Latinoamericano (tras Argentina y Uruguay) que permite el matrimonio homosexual. Por su parte, en Francia, hace unas semanas se daba el sí definitivo a dicha institución entre personas del mismo sexo. Pronto lo hará también Reino Unido.
 
Pero no en todas partes se esta avanzando en este sentido. No, no todo son alegrías. Son más de 80 países los que castigan al colectivo LGTB penalmente, algunos como Irán o Arabia Saudí sentencian a muerte a quien osa acostarse con una persona de su mismo sexo. Uganda va por el mismo camino, en un futuro más que inmediato, se va a aprobar una norma que en el país es conocida como "ley mata gays".
 
Si miramos más allá de lo que el derecho positivo regula, podemos observar que la homofobia es palpable en lugares donde no esta penalizada. Si volvemos al caso francés, no tenemos más que fijarnos en la oleada de violencia (verbal y física) que se produjo contra el colectivo homosexual, una violencia vergonzosa e intolerable. Otro ejemplo reciente es la tortura (incluida la violación anal con botellas de cerveza) y el asesinato (le reventaron el cráneo) de un joven de 23 años en Rusia (donde la homosexualidad esta despenalizada desde 1993). ¿Su crimen? Admitir que era homosexual.
 
No obstante, no es necesario salir de nuestro país para ver que la homofobia aún existe. Ni si quiera es necesario que salgamos de nuestra tierra. Hace sólo unas semanas, en Pamplona mismo, una pareja de 18 años fue agredida en plena Ciudadela de la capital navarra. Es cierto que existe igualdad legal, pero no existe una igualdad real. La verdadera igualdad llegará el día que a dos chicos no se les mire raro por la calle por ir abrazados o agarrados de la mano. Igualdad real existirá, cuando nadie tenga problema en que dos chicas se besen en la calle. ¿Acaso no lo hacen los heterosexuales?
 
Un conocido proverbio dice que "la libertad de uno termina donde comienza la de otro". ¿Hay alguien que pueda coartar nuestra libertad? Nosotros no lo hacemos, nosotros no hacemos daño alguno, ni a la sociedad, ni a la institución de la familia.
 
La sexualidad de una persona es una cuestión que afecta a su identidad y al desarrollo de su personalidad. Con esta reflexión vuelvo al comienzo del artículo: ¿Os habéis planteado que pasa por la cabeza de una persona cuando descubre que no es heterosexual? Cuando la gente tiene miedo al rechazo, al aislamiento, a la categorización o a la estigmatización, estamos ante un problema social. Koldo Martínez, médico del Hospital de Navarra, escribía en un libro que "el joven gay, al descubrir que su sexualidad es devaluada y rechazada por la sociedad en general y más personalmente (en ocasiones) por sus padres, amigos, y compañeros, sufre una clara lesión en su personalidad". Ahora debemos pensar: ¿Es lo que queremos?


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